domingo, 17 de marzo de 2013

- MI PRESENTE DE CALABAZA -



Este pasado viernes, las señoras que hacen gimnasia de mantenimiento en el Jardín Botánico, se iban a encontrar con una agradable sorpresa procedente de mí.
Algunas de esas mujeres saben mi nombre, y alguien con una pícara sonrisa dijo que, bueno, que entonces pronto me tendrían que felicitar. Las Fallas ya están aquí en Valencia, y la actividad de las valientes señoras y de algún que otro señor, se reanudará pasadas dichas turísticas y más que populares fiestas.
Yo, que soy tremendamente tímido para estas cosas, pensé huidizamente en que a lo mejor el acierto era no insistir en el tema de mi onomástica, y en fin, que la cosa no era para tanto, y que yo no tendría excesiva importancia o capacidad de convocatoria, y todas esas dudas que a veces surgen y pasan. Pero, en el fondo, me latía la idea de la normalidad, y recordaba que ellas cuando cumplen años o es su santo, entonces hacen una pequeña celebración comestible y afectuosa, y lo hacen con sumo gusto.
El viernes, estaba yo dubitativo y sin decidirme. Hasta que, finalmente, me dejé guiar por lo que me dictaba el corazón. Son gente amable y grata conmigo, y me dejan jugar y hacer su gimnasia. ¡Sí! Tenía que superar los apuros y estar a la altura ...
Me fui al horno de mi calle, y le dije a la panadera que se me había ocurrido el ofrecerles un presente a las abuelitas de la gimnasia y que no sabía muy bien qué comprar, pero que tenía que llevarles algo. Y la mujer me siguió con los ojos, mientras esperaba que me decidiera finalmente. ¿Quince?, ¿veinte señoras? ¡Una cosa así! ...
Entonces quizás, compraría unos pastelitos de boniato. La panadera me dijo que estaban blandos, tras indicarle yo el tema de las ya tiernas dentaduras. Quizás eso pudiera ser un inconveniente y ...
Hasta que vi que tenía sobre el mostrador un hermoso pastel de calabaza con pasas, y le dije si me podía cortar la pieza en rodajas y así facilitar la distribución   para      las  viejitas  simpáticas. Y la encantadora hornera, me dijo que no me preocupara y que éso estaba hecho. Aboné el importe y dejé el pastel en el horno.
A continuación me fui al Mercadona y me hice con una botella de mistela de moscatel y compré unos vasitos pequeños de plástico. Llegué a casa, preparé a mi madre, y la senté sobre la silla de ruedas. ¡Al jardín, mamá! ...
Recogí del horno mi pastel de calabaza, orgulloso lo metí dentro de una bolsa fuerte para evitar que se abriera, y allá que nos fuimos al mágico escenario natural lleno de belleza.
Antes de ponerme yo a  hacer gimnasia con las simpáticas señoras, les anuncié que hoy había sorpresa, y que al terminar los ejercicios celebraríamos mi santo y que ya veríamos a ver. Las ancianas me sonrieron, y luego se pusieron aplicadas a la práctica de sus movimientos de gimnasia de mantenimiento.
Al acabar, tomé la bandeja con el papel del pastel de calabaza con pasas, y se lo entregué a la veterana y menuda monitora para que lo abriese. La mujer, se dispuso a abrirlo, y en cuanto se vió el contenido, la alegría mía se extendió a todas y a todos. Y allí que se pusieron   a zamparse mi presente de calabaza que me había nacido también de mi corazón.
Y, para culminar, les anuncié lo de la mistela y saqué lo vasitos. Todas, muy tímidas, me decían que solo un dedito o medio vasito, ¿eh? Pero, poco a poco, las timideces se soltaron. Las vi muy felices, pero yo estaba más feliz aún y bien orgulloso.
Aún sobró algo de pastel, y les ofrecí a otras cuidadoras que estaban con gente de más edad. ¡Más éxito todavía! Se lo acabaron pronto todo. El pastel de calabaza y la botella de mistela. Y me cantaron el "es un muchacho excelente", y me felicitaron todas y todos, y mi madre no se quedó dormida ese día y vi cómo miraba con curiosidad y hasta con una sonrisa todo lo que sucedía.
Esta pequeña anécdota no puede decir lo que me pasaba por adentro. Le di un beso a la señora Angelines, y a otras abuelitas, y me embargó la satisfacción. Lo había hecho bien, había generado alegría, y aquello se había convertido casi en una fiesta.
De repente, la menuda y coqueta monitora me dijo que me acercara y me preguntó que en qué horno había encargado dicho pastel. Y me explicó que: "Es que está tan bueno este pastel que queremos encargar otros, y saber en dónde está ese horno. ¿Nos lo puedes decir?"...
Claro que se lo dije. Les dije todo, y además con una gran satisfacción interior. Sencillamente, me gusta la ternura y que la gente se lo pase fetén.
- ¡FELICIDADES PARA TOD@S! -

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