domingo, 10 de marzo de 2013

- RUBALCABA Y SUS LÍMITES -



A Pérez Rubalcaba se le vió ayer en televisión achicando espacios,     tremendamente  voluntarioso, laborioso, reflexivo, consecuente y atribulado. Claro. Confiesa que el país está mal, que es normal toda la gran tristeza, que comprende todos los dolores, y que esa lógica es la que desgraciadamente, existe.
Se muestra claro y definitivo acerca de un alcalde aético de Ponferrada al que le invita a irse sí o sí, y trata de reflexionar en torno a las piedras en el zapato que le representan    las  nacionalidades vascas y catalanas frente a la gran unidad española. Calma ahíncos y pulsiones, y trata de zanjar verbalmente los temas. Él quiere a un Pesoe con todos los pueblos unidos en España, y rechaza alternativas de otro cariz.
Sonríe de circunstancias cuando le hablan de Corinna, y se da tiempo para el tema judicial de Pepiño Blanco, a la vez que no elude decir que el Partido no anda precisamente sobrado y que lo situaría en un plano que semejaría con el Pesoe de González en la Transición. Con problemas y preocupaciones. Habla del Rey con simpatía, dice que tiene mejor cara, y que el tema Urdangarín es el gran resorte de los problemas que acechan    a     la   monárquica  institución.
Naturalmente, dice que Rajoy llegó con cinco millones de parados y que ahora hay séis, que le duele ver tanta incidencia despesperada en los ciudadanos y en las clases medias especialmente como barómetro de la decepcionante temperatura social. No olvida nada, no se deja ningún punto atrás, y gesticula y cabecea con enorme vitalidad una y otra vez. El discurso verbal está bien. Lo que me temo que pasa, es que hay más discursos.
Rubalcaba no tiene sexy político. No está bueno ni tiene el arabesco o la sorpresa.    Su credibilidad va pareja a su límite o su orografía plana de mostrarse ante unos medios que le escrutan y le hurgan. Pérez Rubalcaba no tiene garra ni pegada política. Es honrado y padrazo, es hermano mayor y templa todas las gaitas posibles, pero ser   un    líder    con  aspiraciones no solo demanda la honestidad personal y el arremangarse actitudinalmente.
Para ser candidato de garantías hay que tener campanillas, hay que sonreír mucho más y hacerle al mal tiempo una cara ilusionada de más carisma. El hombre tiene un carácter estable y moderno, pero no le pidas un chiste abierto o pegadizo. Y no porque el país no esté para chistes, sino porque carece de la magia necesaria para generar hilaridad y atracción.
La apuesta es conservadora y nunca arriesgada, y es posible que esta táctica sea una rémora. ¿Carmen Chacón? Sí. Carmen Chacón es una incógnita y tiene juego, es joven, sonríe más, dice cosas con menos previsibilidad, puede atraer a los indecisos o sorprendidos,   y   su experiencia y hechuras de mujer que ya fue ministra, podría ser una salida más airosa que el cántabro Rubalcaba.
Esa impresión me da. Caña. Caña y puñetazos fuertes sobre la mesa. Menos educación y más maravilloso y oportuno gamberreo cordial y político.
Carmen Chacón puede silenciar gritos inoportunos en su Cataluña, o comprender mejor a los movimientos similares en Euzkadi. Puede tener el crédito y la expectación que siempre muestran las nuevas puestas en escena. Las novedades y su necesidad.
Rubalcaba parece un libro que ya hemos leído. Y, quién sabe, si la Chacón pueda ser una excelente y exitosa escritora con pies y hasta tacones más arriesgados y certeros para subir al Partido hacia la calma y quizás hacia la paz y la Moncloa. La recuperación.
Alfredo P. Rubalcaba es impecable, pero gris. A Chacón, se le puede mover el pelo o la falda por un viento sexy e inesperado en la primavera de la ilusión política del primer Partido de la oposición.
Sí. Seducción. Rubalcaba no tiene glamour ni baile. Podría ser el mejor asesor o el mejor cerebro gris. El que nunca tiene fallos estrepitosos. Lo que pasa es que el candidato ha de ser vivo y ofensivo, aglutinador y carismático, que no te aburra, y que tengas la sensación de que tras sus palabras se escondan globos de esperanza y de consecución real del pastel necesario del electorado cabreado que echa chispas.
-ME TEMO QUE ÉL, NO ES-

0 comentarios:

Publicar un comentario