lunes, 14 de octubre de 2013

- INCENDIO -



Sirenas. Inquietud, ritmo trepidante, sonido de urgencia, tráfico poblado, fintas, regates y curvas. Hay un incendio.
Los bomberos se lanzan a su humanitario y atlético cometido. Ya faltan dos calles. Tres. Ya están ahí. Por fin. Porque a veces unos minutos son siglos. ¿Será muy grave todo?, ¿solo será un susto sin más? ...
Los vecinos se miran, se hablan, se abrazan, se lloran y hasta ríen. Solo hay nerviosismo. Huele a humo. Es evidente que huele a humo. Nunca pasó. Al menos de esta manera. Esto no es normal. Esto va en serio esta vez.
El jefe de bomberos ordena parar a su chófer. Es ahí. En esa finca. No es pequeña pero tampoco grande. Algunos de los vecinos, al ver a los bomberos, van hacia ellos con todo tipo de preguntas en el nervio. Quieren saber qué pasa, qué está pasando, qué puede pasar, si hay muertos o heridos, cómo están las cosas y cómo van a ser ...
Los bomberos lo que hacen es es tranqulizar todo lo que pueden, y a continuación buscar el foco. Sí. Es un incendio. Hay fuego, humo letal, y serio riesgo para todos. Es mejor un desalojo absoluto.
Afortunadamente, solo son cuatro pisos. El de abajo ya está. Ahora están en el segundo. Ahí está el foco. En una de las viviendas del segundo piso. Algunos bomberos se la juegan. Se protegen y suben al tercero y al cuarto. Desalojan a todo el mundo. Alguien, afuera, se dispone a acordonar las calles. Por ahí no puede pasar nadie.
El peligro y la prioridad. En la vivienda del segundo piso donde está el origen de todo, hay presencia humana. Es igual. Hay que actuar. El jefe de los bomberos ha decidido ya. Hay que tirar esa puerta abajo. Varios bomberos se afanan en la labor. Golpean la puerta con un valor extraordinario. Y, con cuidado. En el interior de la casa parecen escucharse algunas voces ...
Puerta abierta. Mucho cuidado. El humo sale a borbotones. También hay un principio de fuego. Los bomberos sacan las mangueras y los extintores. Luchan contra el adverso enemigo, y controlan ya el incendio.
Pero las personas parecen estar en el interior del recinto. Hay que entrar. Se entra. Se trata de una mujer mayor y de su marido. Al parecer el hombre se ha caído al suelo, y su señora está ahí intentando calmarle porque no se puede levantar. Ya se les ven. Son muy mayores. Con el humo que hay, casi es un milagro que sigan vivos. Al ver a los bomberos, la mujer se excita y sufre un pequeño desmayo. Está en shock.
Tema controlado. Ya han subido los sanitarios. No hay ascensor. Es una vivienda vieja. Sacan a los ancianos por el balcón a través de una potente grúa. Llevan mascarilla los dos. El hombre sufre quemaduras leves. Su mujer no tiene nada. Por decir algo. También ha visto de cerca la muerte.
Abajo, y al lado de la ansiedad vecinal, el jefe de los bomberos responde firme a los vecinos que viven allí. Les dice que ha sido una vieja estufa eléctrica con cortocircuito. Que hagan el favor de renovar sus aparatos domésticos. Y la gente les dice que sí, que claro, pero a final se escucha alguna voz desacorde que dice que con el poco dinero que hay no está el patio para irse de compras nuevas.
Los sanitarios relajan la situación. Dicen que todos están bien y que el hombre salvará la vida. Que no va a haber muertes. Que, solo está el herido y poco más. Solo ha sido un tremendo susto y peligro. Vicente y María. Pobres. La gente quiere al matrimonio. Son muchos años de afecto.
Los bomberos no ven afectada la estructura del edificio ni nada de importancia. E indican que suban todos ordenadamente a sus vivivendas. Tropel ordenado. Se aseguran de que los nervios andan más o menos según lo esperado. En este día no habrá calma en la finca. También es normal. Y durante muchos años, hablarán todos del incidente. Es lógico. La suerte dice, que del mal el menos.
-AFUERA YA ABREN LAS CALLES-

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